martes, 16 de diciembre de 2014

Pulseras de bisutería, la urdimbre celestial

Aprender el arte de lafabricación de pulseras de bisutería no tiene un tiempo definido.Puede tomar el tiempo de unas cuantas lecciones o ser un trajín de descubrimientosconstantes que dure tanto como
la vida misma. En cualquier caso, depende muchode los intereses que cada quién tenga. 
La gran ventaja queexiste en elaborar uno mismo las pulseras es que puede adaptarlos a cualquier diseño, conocido o por conocer. Haypulseras que no se podrán encontrar en ningún lugar más que en la imaginaciónde aquel que sueña con ellas. Entonces debe enfrentarse el dilema, «si noexisten, ¿debería hacerlas yo misma?». La respuesta es más que redundante. Laspulseras de bisutería disfrutan de un auge sin parangón precisamente porque hanconseguido satisfacer una necesidad innata del hombre: el arte. Las invencionespropias se nutren, más que de los componentes con que han sido elaborados, delalma de quien los hace. 
Nada puede compararse aaquello que brota de uno mismo, a aquello que es como una criatura que ha sido formadaa partir de nuestros huesos y nuestra carne. Cuando uno regala una pulsera de bisutería,espera que aquel que recibe semejante regalo, sepa  apreciar el valor sentimental que hemosinfundido en sus entrañas, aunque raramente conseguimos que ocurra así. Nodebemos rodear este incidente de tanta importancia, aquellos seres que más amornos profesan son los únicos que sabrán valorar su urdimbre celestial; son las personas que, después de todo, son losque más deberían interesarnos. 
Negro, blanco, rojo,marrón… resuenan los colores bajo el eco de un idioma propio. Elaborados conhilos, alambres, cuentas, piedras, madera, metal, no importa tanto de qué esténhechos, lo realmente valioso es saberlos conjugar en una trama armoniosa. Comomandala celestial, una pulsera de bisutería elaborada manualmente, traspasala terrenal visión que se hace de ellas y alcanzan el fundamento, la esencia delo que nos hace humanos. 
Hay tantas formasincrustadas en un delicado adorno que ha de rodear la cintura de la mano. Tantosrelieves en incontables diseños, creación de mentes con las que no parecemostener vínculo alguno. Es cierto, la fabricación en masa despersonaliza. Peroesto no es algo trágico. Lo despersonalizado, en realidad, es como un envasevacío aguardando ser llenado con la personalidad y el amor de quien sepa integraruna unidad que gozará de vida propia. Una pulserade bisutería ha adquirido pues uncorazón, un órgano propio que bombea la sangre de aquel que la elaboró con suspropias manos y sopló el aliento vital en su existencia. 
Ninguna época anteriora la actual gozó de tantas facilidades en materia de abalorios. Quizá el renacimiento fue una época dorada en lahistoria del hombre, pero jamás se han visto tantos artistas como los que hayactualmente. Para adquirir la condición de artista no se requiere de un títulorubricado en letras doradas. El artista es aquel, que incluso en el rincón másdesteñido del mundo, es capaz de utilizar lo que tiene a la mano para elaborarbelleza. 

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