El mundo ha cambiado,lo siento en mis manos, lo veo en el pálido brillo de las perlas, lo huelo enel aire que rodea una flor de abalorios.Mucho se ganó entonces, pero parece no existir ya quien lo recuerde.
Todo comenzó con laforja de los abalorios al por mayor. Tres coloridos fardos fueron entregados a losseñores de Europa, hombres honorables, aquellos de intensa mirada e iris de fuego.Siete a los señores de África, diestros en la elaboración de enmarañados decorados.Y nueve, nueve fueron entregados a la raza de los asiáticos, que sobre todaslas cosas ansían concretar el utópico concepto de belleza.
En aquellos fardosresidía la facultad y los recursos para engendrar elaborados diseñosartísticos. Mas no repararon en que estaban siendo engañados. Pues todos ellosestaban siendo sometidos a la voluntad de los medios publicitarios. En latierra donde se tejen sueños —en el que discurren ríos de abalorios, en formas y diseños tan variados—, el gran señor urdió una red con laque pretendía someter el destino de los hombres. En cada fardo de abalorios al por mayorconstriñó toda sucrueldad y su voluntad por hacerse con el control del mundo de la bisutería.Una estrategia para dominarlos a todos.
Una a una, loscontinentes libres de la tierra fueron cayendo bajo el poder del gran señor. Laesperanza es lo último que muere; aunque la mente y el cuerpo de los hombres sedoblegaban a su poder, hubo quienes se levantaron en valerosa resistencia. Unaúltima coalición de los pueblos del planeta, enarbolando el estandarte de susregiones, en los que flameaba orgulloso un abalorio característico de cadacultura. Marcharon con la convicción de que el uso de los artículos entregadosen fardos podían tener muchos más usos de los que el gran señor pretendía.
La victoria erainminente, sus argumentos no podían ser refutados sin pruebas que abalaran lamonocromática y trillada presentación de los productos del gran señor. Lospueblos en alianza marcharon y estuvieron a punto de alcanzar la victoria. Peronada puede acabar con el poder del gran señor. Se levantó de su trono deartículos de bisutería desvencijada, corroídas por la obsolescencia de suinveterada moda, avanzó frontalmente y arremetió en contra de los insurrectos.Nada parecía estar a la altura de su argumento: la fuerza de sus manos empuñandolas armas de batalla.
Fue en ese precisomomento, desvanecida ya toda esperanza, cuando una asociación de comerciantes yartesanos del continente asiático recurrió al argumento más sólido que jamás sehubo tenido hasta entonces: «La creatividad y la imaginación del hombre notiene límites», dijeron en coro. Y con estas simples palabras hicieron mella enla gruesa armadura del gran señor. Por acción de un evento mágico quemodificaba la estructura del mundo, despejando las nubes tormentosas del cielo,el gran señor fue derrotado.
A partir de entonceslos hombres del mundo tienen la libertad de elaborar bellos objetos debisutería, cuando les plazca y sin ningún tipo de condiciones, sin más recursosque un breve surtido de abalorios.
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